lunes, 19 de enero de 2015

"Blue Monday" y confirmación - ¡Tengo cáncer! -

  
19 de Enero de 2015


“Blue Monday”, tercer lunes del mes que de acuerdo a la compañía Sky Travel, sería el día más deprimente del año.  Recuerdo haber leído algunos artículos y visto un reportaje en las noticias. Y aunque esperaba poder refutarlo, resulto que aplicó para mí… aunque por circunstancias muy diferentes a las supuestas.

Este día me dieron la noticia -“Tenía cáncer”- y eso apenas era el comienzo. Le siguió la confirmación de la necesidad de cirugía, quimioterapia y radioterapia. Agradecí al cielo haber ido acompañada de mi familia, de que ellos fuesen quienes preguntaran y escucharan cada detalle.

Y entonces hubo que poner manos a la obra, arreglar la documentación, para así buscar agendar la operación con la aseguradora. Ser paciente.

Sabía que la gente que me rodeaba me percibía distinta, triste, dispersa. Decidí no hablarlo hasta que fuese necesario. Trataba de estar como antes…

domingo, 18 de enero de 2015

La espera


13-18 de Enero de 2015


La espera fue complicada, sin duda lo más difícil era tratar de asimilar ese 95% (mi realidad)  que para alguien como yo, amante de los números, lo que seguía era prácticamente claro y debía prepararme para el peor escenario.

Así que llevar mi vida normal, se convirtió en mi mantra. Traté de llenarme de actividades para no pensar. De sonreír y creerme esas sonrisas. Y si no había más remedio, buscaba momentos a solas en los que pudiera llorar y estar triste, pero esos momentos eran cada vez menos y más cortos. De tener cáncer, tendría que guardar las fuerzas para después, para cuando las necesitara.


Y en la calidad de humana idealista y soñadora que a veces me caracterizaba, pensaba en el 5% de probabilidad de que estuviesen equivocados, en qué feliz sería de ser así…pero siempre he preferido estar lista para todo y ésta no sería la excepción. 

lunes, 12 de enero de 2015

Primer diagnóstico


12 de Enero de 2015


Nuevamente son las 7:00hrs y voy de prisa para tomar esos análisis preoperatorios. Todo se resume a cuatro tubos de sangre y una muestra de orina, identificados con mi nombre. Y cuyos resultados estarían al día siguiente. Salí de ahí más pálida que de costumbre en compañía de mi madre.
Nos preparamos para lo que seguía: una tela de tórax, un ultrasonido mamario, otro de hígado, una mastografía y finalmente una biopsia.

Llegué al hospital, me dirigí a radiología y me presentaron al médico que me tomaría los estudios. Hubo un interrogatorio, no es común que a alguien de mi edad le practiquen una mastografía, suelen ser a partir de los 40 años. Así que mi médico oncólogo tuvo que asistir y explicar sus sospechas, acordando que el radiólogo practicaría el ultrasonido y sólo de requerirse se continuaría con lo solicitado.

Para el momento en que indicaron que mastografía era necesaria, infería que las sospechas eran cada vez más certeras. Mi probabilidad de sufrir cáncer iban en aumento y mi ánimo estaba en decadencia.
Salí adolorida física y mentalmente, asustada pero empujada por una fuerza interna para terminar con todo eso cuanto antes. Para cuando me dieron los resultados de los estudios previos a la biopsia, me indicaron un BI-RADS 5,  que en lenguaje coloquial era algo así como un 95% de certeza de padecer cáncer.

La noticia cayó no tan en seco, era como si los eventos previos me hubiesen preparado de cierto modo. Me brotaban lágrimas, pero no emitía sonido, no había sollozos, nada… pensaba en lo que vendría y el siguiente paso era la biopsia, recuerdo que estaba tan nerviosa que la anestesia no tuvo efecto, así que tuvieron que aplicarme mucha más, recuerdo la sensación y dolor de al menos tres de los 7 disparos para extracción de tejido, además del sonido que emitía en cada uno. Pero era necesario, este estudio arrojaría la verdad y dejaría de ser una probabilidad, sabría si tenía o no cáncer, sólo había que esperar.

Comunicar lo que estaba pasando no era sencillo, prefería que mi mamá lo hiciera. Apenas pude hablar con papá, la voz se quebraba y no podía hilar palabras.


domingo, 11 de enero de 2015

Entreteniendo a la mente para no pensar...


11 de Enero de 2015

Domingo 7:00hrs - Nunca despierto tan temprano -  sin duda estoy preocupada… así que planeo salir con mi novio y entretener a mi mente, simplemente “no pensar”. - ¿Qué tal si vamos al museo a ver esa exposición que tenemos pendiente? -  “Obsesión Infinita” de Yayoi Kusama - suena bien para este Domingo, ¿no crees? - , él acepta y ambos salimos  tan pronto como nos es posible.

Matamos el tiempo, hablamos sin hablar y leímos un pequeño libro recién adquirido, para luego desayunar una nutritiva torta con tamal y atole. Y después de cuatro horas, nos entregaron a cada uno una ficha de las 2600 que repartirían en el día para poder pasar por nuestro boleto. El horario que nos correspondía era a las 19:00hrs, teníamos medio día antes de pasar así que regresamos  a casa, vimos un partido de fútbol americano y comimos, luego regresaríamos al museo.

Ya había llorado como Magdalena, hasta quedar seca. Sabía que no arreglaría nada con seguir llorando, que eso no curaría el cáncer si es que lo tuviera, que no conseguiría más que un tremendo dolor de cabeza y un par de ojos hinchados. Donde mi aspecto iría de la mano con mi estado de ánimo.

Debo confesar que mis nervios iban en aumento, que mis ganas por salir a la calle cada vez eran menos. Pero debía “Actuar normal”, y ahí estábamos formados nuevamente antes de entrar.
Y quisiera hablar de mis impresiones, de esa nueva forma de percibir las cosas, de ese feeling que me provocó… sin duda la probabilidad de tener cáncer, la incertidumbre y demás, cambiaba muchas cosas, era como tener los sentidos y sentimientos a flor de piel.

Salí pensando en la infinidad de cosas por tenía por ver, hacer y sentir. En el apoyo de mis seres queridos que es como un alimento al alma, las fuerzas que impiden que me derrumbe, el valor para luchar.

Pensé en las ganas inmensas que siento por vivir, disfrutar, conocer, seguir respirando…  esperando que el cáncer no me arrebate ese sueño. Iba bien, viviendo un día a la vez.  


sábado, 10 de enero de 2015

El inicio de mi calvario


10 de Enero de 2015


¡Por fin sábado! Un día de descanso más que esperado, aunque en esta ocasión debía levantarme temprano y asistir a una cita con el ginecólogo - vaya plan para un sábado -. Aún recuerdo el dolor y odio que me provocó el mentado pato cuando me practicaron el último Papanicolaou.

La cita la solicité con casi con un mes de anticipación, y por temas de disponibilidad no se había podido llevar a cabo – el médico debía ser muy bueno para tener toda la agenda llena, así que valdría la pena la espera-.

Y bueno, lo que se suponía fuese una revisión de rutina, resultó ser el inicio de mi calvario. Ahí estaba yo, una mujer de menuda complexión, con 27 años edad y más asustada que un niño al que van a inyectar… tenía que explicar las razones que me llevaron a solicitar la cita,  decirles de esa “bolita”  que sentía en mi pecho, de las sensaciones y dolor que me provocaba en los últimos meses.

Acto seguido, una revisión exhaustiva, un ultrasonido y las palabras que  aún retumban en mi mente - “Esto no se ve bien, no quiero asustarte pero el tumor mide más de 4cm y por las características pudiese ser maligno. ¿Entiendes lo que te digo? Puede ser cáncer de mama, es muy importante practicarte más estudios para darte un diagnóstico certero, y esto debe ser a la brevedad”-. Mientras el Dr., pronunciaba todo ello, recuerdo que el sonido se hacía más lejano, escuchándose cual si fuese un eco. De mis ojos comenzaron a brotar lágrimas, mi cuerpo se paralizó  y por mi mente pasaron miles de imágenes  perturbadoras: muerte, mastectomía, pérdida de cabello, etc. Cuando reaccioné, tenía ante mí una serie de recetas médicas que indicaban todos los estudios a realizarme el lunes inmediato.

Después de recibir las indicaciones pertinentes, de limpiarme las lágrimas y respirar hondo para tratar de calmarme, salí del consultorio. Quería salir corriendo, quería alejarme de todo y de todos, quería despertar de ese mal sueño.

Mi novio estaba conmigo, por unos minutos no fui capaz de pronunciar palabra. Mis ojos llorosos le miraban queriéndole decir cómo me sentía, lo que había pasado. Pero sabía que no podía hablarle ahí, en plena sala de espera. No quería que las demás pacientes me viesen derrumbarme o transmitirles mi miedo. 

Finalmente salimos, nos dirigimos al área de Laboratorio Clínico y en eso una señora se nos postró enfrente, me miró con compasión y dijo – “Perdón que me meta, pero te vi salir del consultorio del Dr., y creo saber por qué estás así. ¡Tranquila, todo estará bien! Hace unos años yo estuve en tu situación y mírame, aquí estoy” -. No pude aguantar más, las lágrimas brotaban desde el fondo de mi ser. Nos abrazamos y le agradecí, ella sonrió dulcemente y se fue. Mi novio, al que no había podido decir nada infirió todo y me abrazó también, agradecí infinitamente su abrazo, su calor, sus palabras. Agendamos las citas necesarias y nos retiramos.

Volví a sumergirme en mis pensamientos: ¿Cómo hablar o explicar algo que aún no procesas?, ¿cómo le dices a los seres que amas que podrías tener cáncer? La respuesta no la sé, pero sentía que tenía que hacerlo y ser lo más sutil que pudiera. Una llamada interrumpió mis pensamientos, era mi hermana, quería saber qué tal me había ido. Sólo atiné a respirar y decirle que estaba camino a casa, que iría a verla y ahí le contaría.

Tomamos un taxi, durante el trayecto traté de no pensar y cada que un pensamiento doloroso llegaba a la mente oprimía las manos con fuerza. Llegué con mi hermana, le comenté que hablaría por teléfono a mis padres para decirles a todos de una vez; la verdad era que no quería repetir las cosas, no quería hablar de ello, no podía…

Mientras marcaba, ganaba tiempo, buscaba y repasaba en mi cabeza frases para decirles, atiné a reaccionar después de escuchar el clásico – Bueno- era mi hermano. –Hola ¿están mis papás?, me los comunicas –.  Al escuchar sus voces me tranquilice, les comenté a groso modo de las sospechas del médico y los estudios que habían de hacerme, como se suele decir en el ambiente laboral: “no entré en detalles, sino hable de la situación en un alto nivel”. Traté de suavizar el golpe, de ser clara y de que las lágrimas y mis lloriqueos no me sobrepasaran.


A partir de ese momento debía ser fuerte, más fuerte que nunca. Sabía que quería estar bien y haría todo lo que estuviese en mis manos para lograrlo.