11 de Enero de 2015
Domingo 7:00hrs - Nunca despierto
tan temprano - sin duda estoy preocupada…
así que planeo salir con mi novio y entretener a mi mente, simplemente “no
pensar”. - ¿Qué tal si vamos al museo a ver esa exposición que tenemos
pendiente? - “Obsesión Infinita” de
Yayoi Kusama - suena bien para este Domingo, ¿no crees? - , él acepta y ambos salimos tan pronto como nos es posible.
Matamos el tiempo, hablamos sin
hablar y leímos un pequeño libro recién adquirido, para luego desayunar una
nutritiva torta con tamal y atole. Y después de cuatro horas, nos entregaron a
cada uno una ficha de las 2600 que repartirían en el día para poder pasar por
nuestro boleto. El horario que nos correspondía era a las 19:00hrs, teníamos
medio día antes de pasar así que regresamos
a casa, vimos un partido de fútbol americano y comimos, luego regresaríamos
al museo.
Ya había llorado como Magdalena,
hasta quedar seca. Sabía que no arreglaría nada con seguir llorando, que eso no
curaría el cáncer si es que lo tuviera, que no conseguiría más que un tremendo
dolor de cabeza y un par de ojos hinchados. Donde mi aspecto iría de la mano
con mi estado de ánimo.
Debo confesar que mis nervios
iban en aumento, que mis ganas por salir a la calle cada vez eran menos. Pero debía
“Actuar normal”, y ahí estábamos formados nuevamente antes de entrar.
Y quisiera hablar de mis
impresiones, de esa nueva forma de percibir las cosas, de ese feeling que me
provocó… sin duda la probabilidad de tener cáncer, la incertidumbre y demás, cambiaba
muchas cosas, era como tener los sentidos y sentimientos a flor de piel.
Salí pensando en la infinidad de
cosas por tenía por ver, hacer y sentir. En el apoyo de mis seres queridos que
es como un alimento al alma, las fuerzas que impiden que me derrumbe, el valor
para luchar.
Pensé en las ganas inmensas que
siento por vivir, disfrutar, conocer, seguir respirando… esperando que el cáncer no me arrebate ese
sueño. Iba bien, viviendo un día a la vez.
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